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21/12/10

Martín Silva, paradigma del juego limpio.

Publicado en  26/10/2010 21:59


Por Jorge Barraza


La épica historia del arquero del Defensor Sporting de Uruguay.

/ International Press

Reuters 
Martin-Silva-del-Defensor-Sporting-de-Uruguay
El golero Silva en plena acción el día del incidente.
Martes de noche, Copa Sudamericana (que está tomando vuelo propio, más allá de su ilustre hermana, la Libertadores). Independiente, el querido Rey de Copas de América del Sur, se juega su pase a cuartos de final. Ha perdido en Montevideo, en la ida, 1-0 con Defensor Sporting, el muy buen equipo uruguayo que viene de marcar un récord al vencer 9-0 al Sport Huancayo, resultado no sospechado.

Independiente es una historia maravillosa, casi una leyenda de triunfos, mancillada en los últimos quince años por los desaciertos directrices. Gracias a sus dirigentes es un club empequeñecido, perdedor, de pésimo juego. No obstante, parece acordarse de sus viejos buenos tiempos y juega un partido magnífico, digno de su tradición, y gana 3 a 1 al cabo del primer tiempo. Buen fútbol, ímpetu, goles. Parece el Rojo de las batallas épicas de la Libertadores. Está clasificando.

Hasta que ocurre lo insólito. En una noche tranquila, con 30.000 hinchas locales a puro festejo y un puñadito de seguidores uruguayos, el arquero y capitán del equipo visitante Martín Silva, quien fue el tercer arquero de Uruguay en el Mundial de Sudáfrica, se dispone a ocupar el arco para iniciar el segundo acto; una piedra de gruesas proporciones lanzada desde la tribuna de Independiente le impacta la cabeza. Lo hiere de consideración; pudo matarlo. Silva cae fulminado, sangra en abundancia. Los médicos se desesperan por cortarle la hemorragia, la reanudación del juego se demora casi media hora y todo indica que se suspenderá el partido e Independiente quedará eliminado de la competencia. ¡Con el esfuerzo que había hecho para ganar…!

Pero Silva se levanta y, sorprendiendo a todos, dice: “Voy a seguir jugando”. El reportero de la TV le pregunta cómo se siente: “Bien, aunque dolorido por el golpe”. Y así, conmocionado, sentido, va de nuevo a ponerse de espaldas a la tribuna desde donde casi lo matan de una pedrada. Su equipo estaba quedando fuera del torneo, solamente tenía que decir “Estoy mareado”, “No me siento bien”, “No puedo continuar” y el partido terminaba allí mismo; Defensor Sporting pasaba de ronda. Eligió continuar. Y el cuadro violeta perdió 4 a 2. Quedó fuera de la Copa.

Ni el más fanático simpatizante de Independiente pensó que hacía teatro. Todos advirtieron la realidad y gravedad de la agresión. El mismo técnico rojo, Antonio Mohamed, declaró: “Si el réferi lo suspendía, estaba bien”. Y la página de Internet Infiernorojo.com tituló “Rojos de vergüenza”. Centenares de correos de aficionados independientistas llovieron sobre los foros para resaltar la actitud Silva.

Cuando éste, con un parche en la cabeza, se acercó al área para ocupar su arco, la parcialidad de Independiente, no el chacal que lanzó la piedra asesina y cobarde, todos los demás, lo recibieron con un cerrado aplauso.


Es un gesto colosal de juego limpio, una actitud de nobleza y valentía sin par. No puede pasar inadvertido. Y luego del partido volvieron a entrevistarlo. Una vez más hizo gala de una serenidad y cordura admirables. No destiló rabia ni rencor, no acusó a nadie, apenas se lamentó de la escasa fortuna frente al arco rival (Defensor creó una docena de situaciones de gol y no pudo concretar).

Atravesamos un momento especial de juego brusco en el fútbol. Hubo en los últimos tiempos algunas acciones estremecedoras, como la plancha de Ujfalusi a Messi en España o la fractura que el zaguero del Tolima, John Hurtado, le ocasionó al paraguayo Francisco Argüello, de Oriente Petrolero. Sólo Hurtado sabe la intención que tuvo, nadie puede discutir que fue bestial. Ni él.

El jueves contaba un dirigente inglés que en un Inglaterra-Portugal, Cristiano Ronaldo fingió una falta, se retorció en el piso e hizo expulsar a un zaguero rival. Cuando lo sacaron al costado del campo para atenderlo, pasó por el banco de suplentes de su equipo, guiñó un ojo y sonrió. Las cámaras lo captaron.

En este contexto de violentos y simuladores, de marketing y ventajeros, de mezquindades y trivialidad, la actitud de Martín Silva adquiere una dimensión fenomenal. Enaltece la condición humana.

Independiente acaba de emitir un comunicado en el que resalta la nobleza de Silva e informa que hará lo posible por identificar al animal que arrojó la piedra. Sería un mínimo y merecido homenaje a Silva.




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